viernes, 21 de enero de 2011

Para todas las groupies de Cristian

perdona si hago de cuenta que no te he perdido, me duele aceptar que ya no estás conmigo y no puedo dejar de pensar sólo en ti. no sé si algún día sabrás que te llevo conmigo, la vida no tiene razón ni sentido y me puedo morir si no estas junto a mi.
tengo tanta sed de ti que me cuesta respirar... o será que en mi delirio, ¡te amo más y más! están lloviendo estrellas en nuestra habitación, mojan de llanto mi corazón. están lloviendo estrellas alrededor de mí, y me preguntan qué fue de ti.
quisiera llevarte muy dentro y, llegado el momento, entrar en el fondo de tus sentimientos y ver si te pasa lo mismo que a mí. si acaso al estar junto a él le dijeras mi nombre, y estando en sus brazos mis besos escondes, recuerdas las noches de amor que de ti.

martes, 18 de enero de 2011

Confesión imprescindible

Hoy me di cuenta de que no puedo seguir contando cosas sobre L. sin dejar en claro algo que siempre me molestó. Hoy recordé qué era lo que ya no podía soportar de L. -que en realidad nunca pude terminar de admitir-, y no puedo creer cómo se me había pasado esto entre tantas entradas que ya lleva este blog. Hoy supe que si nuestra relación no rindió los frutos que esperábamos, fue por la sencilla razón de que nunca pude aceptar que a L. no le gustara la mayonesa. ¿Que no entendía acaso que cuando la Jardinera no llega a ser Rusa resulta anti-estética?
Uff, por fin pude decirlo.

Aprendizaje

Hace un tiempo, empecé a entablar relación con un muchacho. Digamos que nos gustábamos, un poco nada más, como quien no quiere la cosa, hablábamos de estupideces y cuando nos veíamos estábamos. En esas miles de estupideces de las que hablábamos, yo no podía evitar meter bocadillos que evocaban a mi ex, con comentarios tales como: "Mi ex me decía lo mismo", "Eso dejé de hacerlo porque me recuerda a mi ex", etc., etc., etc.

Un buen día, el muchacho este me pregunta, con un dejo de celos pero otro tanto de lástima: "¿Hace cuánto cortaste con tu ex...?". Y yo, cómo explicarte, cortar, bueno, eso es relativo, cortar lo que se dice cortar, o hace cuánto que no estamos, porque eso es diferente, hace cuánto que no me da ni la hora, querrás decir, em, bueno, es complicado, estem, no sé bien, cómo explicarte, cómo explicarte que hace un año y medio.
Desde aquel buen día, el muchacho este dejó de hablarme. Y me perdí de un bombonazo que me trataba bien y besaba como los Dioses. Lo espanté, sin vueltas: lo espanté.

Moraleja: Por mucho que nos importe a nosotras nuestro ex cuando intentamos remontar nuestra vida amorosa, tenemos que tener bien en claro que ¡a ellos no! Y que hablar de aquel imbécil que nos hizo mal, no hace más que espantar al potencial Príncipe Azul.

lunes, 17 de enero de 2011

Glosario

Hace un tiempo, descubrí que mis amigas y yo deberíamos tatuarnos un Glosario en la espalda, con nuestras palabras y expresiones habituales. Cuando me relaciono con otras personas, caigo en la cuenta de que tenemos una forma muy particular de hablar. A los terceros suele gustarles, pero después de haber escuchado la explicación pertinente. Me di cuenta, también, que es muy divertido explicarlas, poner ejemplos, pensar situaciones, etc. Así que inauguro una nueva etiqueta en mi blog, en la que me tomaré el trabajo de exponer los significados y las posibles aplicaciones de nuestro lenguaje.
Arranco con un concepto complicado de comprender pero que cuando empezás a usar, ¡no podés parar!:


"Random" adj. inv. m/f, Literalmente, el Random es el Modo Aleatorio o Shuffle en los reproductores de música. La palabra se usa para expresar esa sensación de sorpresa fruto del salto de, por poner un ejemplo, "Sueño con serpientes" de Silvio Rodríguez, a "El lápiz japonés" de Yerba Brava, si es que uno a seleccionado la opción Reproducir Todo Mi música. Un salto de ese tipo, provoca en uno la sensación de "no tiene nada que ver". Ése es el espíritu que lleva consigo la expresión Random. Así, pueden existir personas random, situaciones random, canciones random, películas random... el término tiene un sinfín de aplicaciones acertadas. También tiene el espíritu de algunas de las acepciones de la simbología "(?)", quizás más universal para el resto de los mortales.

He aquí un ejemplo en el que se puede aplicar perfectamente la expresión "día random".
Domingo a la noche. Te encontrás frente a la computadora, conectada al MSN, con varias ventanas abiertas (una de ellas es la de un ex que te rompió el corazón, del que seguís enamoradísima y con el que volviste a hablar quién sabe por qué; otra es de tu amiga M.). De más está decir que estás más concentrada en la primer ventanilla que en la segunda; con esta última sólo hablás de adónde podrías ir el lunes que se avecina, feriado del 20 de junio. Deciden que van a ir a comprar ropa a Plaza Serrano con su amiga C., su amiga I. y su amiga V. Muy bien. Te vas a dormir.
Lunes a la tarde. Te encontrás con M., I., C., y V. en Plaza Serrano. Pero para tu sorpresa, también están presentes Jose Gilardi y Cami Arcucci, aún así respetás. Dan algunas vueltas por la Plaza, y terminan en Starbucks tomando un café. En eso, se encuentran con Gal, sisi, la prima de Mile. Ella explica muy aceleradamente que no le gustan sus nuevos compañeros de colegio porque son todos muy floggers (por ese entonces todavía lo eran), que lo único que quiere es irse de esa larga fila de rarezas que esperaban poder comprarse un café que baile electro. Ustedes, por lástima o porque la situación misma se dio, proponen irse furtivamente con Gal, pretendiendo que los floggers no lo notaran. Así lo hacen. La acompañan a Gal a la parada del bondi, y mientras caminan ella entra en un kiosko y les compra un Paragüitas de chocolate a cada una "para agradecerles". Se despiden de Gal que se toma algún colectivo que la lleva a su casa. Pasan un tiempo caminando, recorriendo, yendo de acá para allá, Plaza Las Heras, el Alto Palermo, calles, callecitas, avenidas. Llegan así a Corrientes y Gascón, quién sabe cómo. Discuten qué hacer. Jose Gilardi propone que su casa es muy cerca y que podrían ir caminando desde ahí. Todas acceden. Pero cuando llegan al lugar en cuestión, descubrís que Jose Gilardi vive a tres cuadras de tu casa, y que eso no es muy cerca de allá. Te maravilla lo inmensa, lujosa, y posmoderna que es la casa de Jose Gilardi. Cami Arcucci va al baño y vuelve con la noticia de que se indispuso, por lo cual le pide una toallita a Jose Gilardi. Toman jugo de naranja en el monoambiente del octavo piso de aquel monstruoso edificio que, como tantos otros, arruina la estética y el espíritu de tu barrio. Hablan de lo que pueden hablar y de otras cosas también. A nadie parece sorprenderle la situación de estar en la casa de aquella desconocida hablando de banalidades, excepto a vos. Todas se ven superficialmente felices, como si ésa fuera su vida habitual. ¿Cómo llegaste a esa instancia? Sólo el destino lo sabe.
Al cabo de un rato, parten cada una a su casa. (Y ya era de noche.) Llegás a tu casa, te tirás en la cama, mirás al techo, y te decís a vos misma: "Qué día random."

Sorpresa musical

Cuando recién había terminado con L., le tenía miedo a determinados discos. Algunos ejemplos: Señales de Callejeros, Tercer Arco de Los Piojos, Repertorio de Jaime Roos, entre tantos otros que escuchábamos esas tardes entre cigarros, charla y mate. Presa de aquel miedo de no poder volver a escucharlos por un buen tiempo porque me remitieran inevitablemente a L., me figuraba a mí misma llorando desconsoladamente con determinados temas que nos eran significativos. Pero no sucedió. Pude escuchar Más allá, Frente al río, Pacífico, ¡Muévelo!, Difícil, Perdiendo el tiempo, y todas ellas como si estuviera escuchando Manuelita la tortuga.
Anoche me puse a escuchar Vasos Vacíos de Los Cadillacs, y me sorprendió cómo se me movieron ciertas cosas. Y sobre todo me sigue sorprendiendo que no puedo explicarlo, no me remite a ninguna situación ni sensación ni período en partícular. De cualquier forma El Satánico Dr. Cadillac me destrozó.

domingo, 16 de enero de 2011

Quererte

Quererte en charlas interminables, donde hablábamos de nuestras pasiones personales, y reflexionábamos y discutíamos y nos enriquecíamos con la mirada del otro. Quererte en ese sinfín de saberes que te gustaba contarme, como si los estuvieras desplegando en el mostrador y haciendo gala de todas tus lecturas y conocimientos... pero tus ojitos brillaban cuando hablabas de esa forma. Quererte en tardes anecdóticas, evocando experiencias que me hacían conocerte un poquito más. Quererte en noches de angustias, cuando nos mostrábamos nuestras partes rotas, nuestras heridas de guerra, y vertíamos nuestras lágrimas en la confianza del otro, y nos calmábamos, y éramos las llaves que abrían la puerta de aquel otro lado donde todo sabía más rico, quererte de esa forma era para mí quererte mucho más. Quererte cuando me contabas algo nuevo que habías descubierto y te maravillaba, o algún proyecto que te entusiasmaba y rejuvenecía. Quererte cuando me querías, ¡ay! cuando me querías de esa forma de la que nunca me habían querido antes. Qué se yo, a mí me gustaba quererte.

El Amor Eterno

Pensar en mis abuelos es para mí, saber que el amor eterno existe. Entender que ese concepto no se lo llevaron las películas de románticas, o aquel amor frustrado, o el sueño de que exista, o la incapacidad de pensar en el infinito. Si el amor eterno existe no es porque lo haya leído en algún cuentito de hadas, no es porque es más cómodo acostumbrarse a uno solo y no tener que sufrir una ruptura, no es porque existe en mi mente y en mis ganas de que exista, no es porque lo haya sentido yo. Si el amor eterno existe es porque ¡yo una vez lo vi! Se llamaban Adela y Enrique y puedo jurar que se amaron desde el primer día hasta el final, que se amaron de todas las formas habidas y por haber, y que se siguen amando allá, en la eternidad.

"La nieve"

Entre tanta remodelación, tanto revolver en papeles, cajas, bolsas, quilombos viejos, encontré varios cuadernitos en los que escribía mis cositas cuando era pequeña. Me mató este poemita, así que lo comparto. Por la letra y el papel (es una hoja de un block de Barbie que tenía), tendría unos siete u ocho años. No me van a decir que no era toda una poetisa:

Saldremos a ver la nieve
que nos sale eternamente
Poray nos sale el arco iris
si llueve
o truena
Saldremos a ver la nieve
que nos sale por aquí (Estrivillo)
Iremos a ver si todo está bien
en este lugar

sábado, 15 de enero de 2011

Me justifico

En el mes de noviembre, L. y yo todavía estábamos juntos (o al menos fingíamos estarlo). Hace poco, me di cuenta de que sin embargo durante ese mes, logré poner a L. a un costado de mi vida, dejar pasar muchas cosas, vivirlo más libremente, no preguntarme tanto, no exigirme tanto, ¿no exigirle tanto?, no pensarlo tanto, no preocuparme tanto. Me di cuenta porque de todos mis escritos que datan del mes de noviembre, no hay ninguno que hable de L. Cuando comenzó nuestra crisis más fuerte (allá por septiembre), L., la relación, y yo con respecto a L., eran los tópicos más abundantes en mis escritos, era casi lo único sobre lo que escribía. (Ahora reflotar esos textos resulta como un puñal, al releerlos me surge instantáneamente la pregunta de "¿Y yo por qué carajo seguía con este tipo?".) Pero quizás durante el mes de noviembre aprendí a tomármelo de otra forma, a dejar que la cosa madurara mientras a mí me pasaba por el costado y no me doliera tanto; o quizás fue simplemente hacer -a mi forma, como pude, como me salió- un poco lo que él me pedía: "No tengo idea en qué lugar de mi vida quiero ponerte ahora, pero sólo sé que quiero que estés, que me banques, teneme paciencia, etc etc etc"; o quizás hacerlo a un lado fue una forma de protegerme, de dejar de exponerme a todos esos maltratos, desprecios, subestimaciones, discusiones, peleas, gritos, que modestamente creo nunca haber merecido. El punto es que no escribía sobre nosotros, o sobre él, y cuando yo no escribo sobre algo es porque sencillamente no pienso en eso, porque prefiero evitarlo -negarlo, ocultarlo, invisibilizarlo, lo que sea: pero evitarlo al fin-. Me sorprendió este descubrimiento, y hasta sentí pena por nosotros.

Y si ahora escribo mucho sobre L. -porque reconozco que lo hago-, no tiene que ver justamente con todo lo contrario, para mí escribir ahora sobre L. no tiene que ver con que no puedo dejar de pensar en él, o con que tengo muchas angustias que necesito canalizar, o con que sólo me salen cartas que le daría si lo tuviera cerca. Si ahora escribo mucho sobre L. es porque creo que es el momento de decir, de una vez y para siempre, todo lo que tenga para decir. Es una forma de sacar pajuera todo lo que esté viviendo en mi interior y que no quiero que me consuma por dentro, ¡que las palabras queden de mi boca para allá!, se las vomito al papel como si las estuviera sacando a la calle en una bolsa de consorcio. En estos días, en este tiempo, puedo darme el lujo de escribir sobre L. sin culpas, suponiendo que en estos días, en este tiempo, diré todo lo que tenga para decir y después ya no diré nada. Si L. volviera a aparecer en mis escritos dentro de un tiempo, será sólo por el filtro inconsciente de mis sesos, que no dejarán de hospedar nunca a "aquellas pequeñas cosas" que vinieron para quedarse. Pero ya no aparecerán su nombre y su apellido, su apodo, ni siquiera su inicial, en todo caso aparecerán las cosas de L. y nuestro pasado que indefectiblemente se quedan conmigo, sin que se me permita el derecho a réplica.

viernes, 14 de enero de 2011

Historieta

En esta anécdota no puedo haber tenido más de tres o quizás cuatro años.

Jugábamos con mi hermana K. "al restorán", sentadas en una mesita en el medio de la cocina. Mamá era la moza, creo. Yo pedí un plato de ravioles, creo.

Y entonces a la moza se le ocurrió preguntar qué hacíamos de nuestras vidas las clientas entonces presentes.
- Yo soy modelo -soñó K.
- ¿Y usted, señora? -inquirió Mamá dirigiéndose a mí.
- Yo soy Historieta -aseguré-, como mi mamá.
Seguramente se rieron de ternura, pero yo sentí que se burlaban.
- Historieta no, Pauli -tuvieron que explicarme-: Historiadora.

Pero a mí no me gustaba que me dijeran que estaba equivocada (¿"gustaba", dije?), así que creo que me fui enchinchada porque ellas no podían comprender que yo sólo quería ser como mi mamá. Ah, y poder jugar en paz "al restorán".

jueves, 13 de enero de 2011

Ignorantes

Entre L. y yo había cosas que no se podían hacer. Reconocer la propia ignorancia, por ejemplo. Había que andar combatiéndose, era ley. Yo no podía decir nada que delatara que tengo tres años menos, y él no podía decir nada que no reafirmara que tiene tres años más. Por momentos nuestras charlas se tornaban una tediosa lucha de orgullos y soberbias. ¿Qué queríamos demostrarle y a quién? No lo sé.

Desde que no estoy más con L., mi frase de cabecera es No lo sé.

miércoles, 12 de enero de 2011

Límites

De cuando L. y yo estábamos juntos, hay algo que no deja de parecerme curiosamente gracioso.

Nuestra relación aceleró los tiempos de una forma gigantemente agigantada, al punto de que nos creíamos un matrimonio adolescente viviendo en casas separadas (o alguna otra contradicción similar), y al punto de que la misma palabra "tiempo" se había convertido en un gran misterio indescifrable. De la misma forma en que el tiempo avanzó por nosotros, también nos entusiasmamos por compartir todo y por lograr la máxima confianza en muy poco tiempo. Quiero decir que nosotros morimos de una simbiositis aguda (y cuando digo aguda quiero decir que era grave). Y en ese mar que fundía lo suyo y lo mío en un gran lo nuestro, todo era válido y no nos privábamos de nada. O de casi nada.

Lo curiosamente gracioso es que había un límite muy claro: la caca. Ah, sí... porque yo podía estar meando en el inodoro mientras que a mí lado L. meaba en el bidet, y éramos capaces de leer el mismo libro al mismo tiempo, y cuando dormíamos separados L. me llamaba al levantarse para que yo no me quedara dormida, y llorábamos si yo tenía una fiesta y L. no estaba invitado, y cuando cocinábamos L. se encargaba por ejemplo de las milanesas y yo de la ensalada o viceversa y sentíamos que habíamos cocinado todo los dos, y si yo tenía que estudiar L. me cebaba mate y miraba el techo como si él también tuviera que estudiar, y así tantas otras cosas. Pero jamás se nos ocurrió cruzar el límite de la caca. Cuando L. decía: "Me voy a cagar", tomaba un libro y desaparecía por unos veinte minutos, en ese instante, efímero pero preciso, nuestros cuerpos volvían a ser dos y nos curábamos de la simbiositis por un rato.

Sólo una vez, y lo recuerdo perfectamente como si se tratara de hoy, estaba yo en su casa y L. no había aclarado adónde se iba después de cruzar la puerta de la habitación. Quién sabe en qué cosas estaría pensando yo que me distraje tanto, que me dirigí al pasillo, que doblé hacia el living, que me detuve en la puerta del baño, y que la abrí sin golpear. Me encontré con L. sentado en el inodoro, con el diario frente a sus ojos, abierto de par en par. Alzó la vista y puedo jurar que nunca antes había visto sus ojos así. Era una mezcla de impotencia y decepción: era la mismísima expresión del desengaño. Mi cara permaneció inmóvil, mis manos perplejas sólo alcanzaron a cerrar la puerta con toda la fuerza que tuve, y salí corriendo a encerrarme en su habitación. Los días siguientes a este episodio fueron duros, éramos como (y a la vez lo éramos) una pareja que trataba de reestablecer su vínculo luego de una traición imperdonable pero que igualmente perdonaba. Al lector podrá parecerle ridículo, desconozco si en otras relaciones está permitido o no cruzar este límite. Pero dese una idea, señor lector, de lo severo y tajante que significaba para L. y para mí, el límite de la caca.


¡Ay, L. querido! Si hubiéramos tomado tantas otras cosas como tomábamos el acto de cagar, si las hubiéramos respetado así, si las hubiéramos comprendido así, si hubiéramos sido tan sabios como lo fuimos con este único e irrepetible límite, probablemente entonces, no habríamos sido los mismos.

martes, 11 de enero de 2011

Ahora bien

O bien:

"Todo tiempo pasado fue mejor"

O bien:

"Ya vendrán tiempos mejores"

Ahora bien,

¿Qué hay del AHORA BIEN?

¡¿ ?!

Creo que una de las cosas que hicieron que mi relación con L. dejara de funcionar, fueron mis muchas preguntas y sus pocas respuestas.

¿O vos no creés? ¿Vos creés que fue una de las razones? Quizás no, pero igual, ¿vos creés que yo me pregunto demasiadas cosas? ¿Te parece que la gente cree eso? ¿O te parece que eso es sólo lo que yo creo? En una de esas no es tan así... ¿O NO? Perdón, no me gustó cómo te dije eso aquella vez. ¿A vos te molestó? No sé, ¿qué pensás vos de mí? Ah, y ¿qué es lo que más te gusta de mí? ¿Cómo me ves vos? ¿Y antes? ¿Y cambié? ¿Vos creés que estamos mejor? A vos no te gusta mucho responder, ¿no? Bueno pero, ¿todavía me querés?

Como de costumbre -aunque esta vez era aún más obvio-, L. no respondió.

Algo peor, algo mejor

La última vez que vi a L. le pregunté esas cosas que me surgen a mí y para las que el mundo no tiene mucha respuesta.

Me respondió que no, que no se había olvidado de mí y que no estaba tratando de arrancarme de su vida.

Lo cual es peor. Porque cuando vuelva y me diga que no me quiere más, voy a saber que no habrá hecho falta esfuerzo, que el dejar de pensarme habrá sido un movimiento casi natural de su alma.

¡Y una acá rompiéndose el orto, loco!

Lo bueno de ser una ex

Lo bueno de ser una ex, es que ya no tengo que preocuparme por soñar lo que tengo. Quiero decir que ya no tengo que decir "Me encantan los hombres que..." y describir a mi hombre, convenciéndome de que me encanta. Lo bueno de ser una ex, es que puedo soñar lo que se me dé la gana, y puedo tener la esperanza de que mi sueño exista en algún recóndito lugar del mundo que tendré que buscar y encontrar. Lo bueno de ser ex es eso, que como no tengo nada real puedo tener ganas de querer lo que se me dé realmente la gana.

Cuando no era ex sino actual, creía todo lo contrario. Creía que justamente lo bueno de ser actual era que mis sueños estaban justo frente a mis ojos, y que eran reales.

PERO BUENO UNA VIVE LLENO DE CONTRADICCIONES, ¿¡NO!?
¡¡QUÉ JODER!!

El sol sale por el Este y se oculta por el Oeste

Hace siete años ya que vivo en esta habitación. Nunca me mudé de casa ni de barrio, pero el emanciparme de mi hermana y tener una habitación propia fue para mí toda una mudanza.
Hace siete años también, que duermo con la persiana alta. Porque siempre me gustó la idea de despertarme con el Sol en la cara, cuando entra por la ventana. ¿Para qué bajar la persiana y privarme de esa maravillosa entrada matutina del Sol?

PERO

Hace relativamente poco tiempo, me di cuenta de que mi habitación da al Oeste, y que por lo tanto el Sol nunca iba a pegar en mi ventanta por la mañana -no así por la tarde-. Me frustró darme cuenta -después de siete años- de que había estado viviendo una gran mentira. Pero por lo menos me sirve como regla memotécnica, para saber que el Sol sale por el Este y se oculta por el Oeste, antes siempre me confundía.
Quizás es por este tema de la persiana y la habitación en el Oeste que me cuesta tanto madrugar. Tranqui igual, a eso de las cuatro / cinco de la tarde el Sol empieza a picar y ya me levanto.

Vade retro

Ayer mi amiga I. me mandó un mensaje que, entre otras cosas, decía: "Vade retro, linda".

Tuve que preguntarle a Wikipedia qué significaba, pero ahora que lo sé, lo adopto como lema de vida para este momento.

lunes, 10 de enero de 2011

el Hijo

Hay días en que fumo mucho, sí. Los días en que no me baño, no me depilo y no uso corpiño, coinciden con los días en que fumo mucho. Para mi fortuna, a la vuelta de mi casa hay un pequeño almacén ("lo de la Polaca") cuyos dueños -puedo asegurarlo- no duermen, velan todo el santo día porque el local permanezca abierto. Es muy práctico para mí que así sea. A veces la Polaca no está, y atiende su hijo. Creo que este Hijo es la persona que más desastroza me ha visto sobre la faz de la tierra. Y es que tiene que ver con lo que decía más arriba.

En la última semana, por ejemplo, pasé tres días sin bañarme. Sí. Tres días enteros. Y sin hacer otra cosa más que leer, escribir, tomar mate y dormir (ah, y ser feliz con eso). No salí a la calle más que para comprarle puchos a la Polaca (y a su Hijo). (Esta práctica la heredo de L., puedo jurar que antes de que él llegara a mi vida yo no hacía este tipo de cosas.) Durante esos tres días, el Hijo vio mi evolución, fue testigo de cómo poco a poco iba convirtiéndome en un monstruo. El primer día no estuvo tan mal; me había bañado el día anterior y la única herejía muy grave que cometí fue la de ponerme un short sin estar depilada, pero además de eso tenía puesta una remera blanca que me queda muy bien. El segundo día tampoco fue gran cosa; no me importó mucho estar sucia (sólo tomé la precaución de correrme el flequillo con una hebilla para que no se notara demasiado su grasitud), las dos herejías que cometí fueron esta vez la de ponerme un short -el mismo- sin estar depilada y la de no usar mis lentes de contacto y salir con anteojos. El tercer día ya fue más traumático, porque quise ocultar mi mugre y mi depresión; ésta vez las herejías fueron varias: me puse un pantalón largo para disimular mis pelos (pero eso hacía que me transpirara mucho la cara) y una musculosa que no combinaba (sin corpiño y sin depilarme las axilas), con respecto al pelo me puse una vincha que abarcara todo mi cuero cabelludo (porque incluso sin flequillo la grasitud chorreaba desde donde la miraras) y, lo cual es muy gracioso, opté por la no opción: ni anteojos ni lentes de contacto, salí al mundo completamente miope.
Así me presenté día tras día frente al Hijo. Y aunque nos hicimos amigos (ya nos tirábamos chistes y esas cosas), ni la más fresca sonrisa ni la más intensa mirada podían contrarrestar todo ese gran desastre que era yo.

Hoy quise redimirme porque ya me daba demasiada pena que el Hijo tuviera que ver semejante barrabasada. (Aclaro que el Hijo no me interesa como hombre en cuestión, en realidad no era tanto para cambiar su mirada, sino la mía.) Me bañé, me depilé, me empilché, me perfumé, me amigué con el corpiño, me peiné como corresponde, agarré una cartera de llaves y plata, y salí así a comprarle puchos al Hijo. Toda acicalada, toda tuneada, toda segura, toda linda.
El muy Hijo de puta no me reconoció.

Colgué

Hace poco escuché decir a no se quién algo así como: "Siempre me volvieron loca los morochos pero me terminé enamorando del rubio más lindo del mundo". Me sentí muy identificada, hasta que recordé que hace un mes ya que L. desapareció de mi vida.

Tomemos unos mates...

De cuando L. preparaba mates todavía recuerdo la paciencia y el empeño que le ponía a la cosa. Llenaba la pava (eso al principio, porque al final Mamucha había comprado una pava eléctrica y las cosas en la casa de L. habían cambiado, vio), llenaba la pava en la canilla de la pileta (en la casa de L. las canillas eran de esas que largan el agua muy top, con burbujitas que te mojan suavemente las manos, además de que había esa cosa que nunca entendí bien de qué se trata pero que le llaman "purificador de agua"), llenaba la pava y la ponía en el fuego (en la casa de L. la hornalla no se encendía con fósforo, sino con ese botoncito que está en la cocina y saca chispa, ése que en mi casa también hay y en otras casas también pero nunca antes había visto una cocina en la que funcionara, en la casa de L. funcionaban todas esas cosas que en otras casas no). Ponía la pava en el fuego y mientras esperaba a que se calentara, vaciaba el mate viejo en el tacho (en la casa de L. el tacho era de dibujitos animados, no era de esos de plástico de Colombraro, no, sino de metal y alto, como uno que había en un rompecabezas que yo tenía de Looney Toones), vaciaba el mate viejo hasta que no quedara ni un palillo de yerba, nada, parecía como si lo hubiera lavado. Y entonces sacaba de la alacena el tarro de yerba (en la casa de L. el tarro de yerba tenía -muy inteligente el que lo pensó- un pico a modo de embudo cosa que la yerba no se desparramara por la mesada). Y así era como vertía la yerba en el mate: sin que se le fuera ni un poco de polvillo para afuera. Y entonces venía la hora del agite, se acercaba a la pileta de la cocina, tapaba el mate con su enorme mano y lo sostenía desde abajo con la otra, se encogía un poco quién sabe por qué y, mirándome, lo agitaba dos o tres veces "para sacarle el polvillo"; después de eso, miraba la mano que antes estaba en la boca del mate (siempre hacía algún comentario sobre si esa yerba tenía mucho o poco polvillo) y con la otra se limpiaba tirando los restos en la pileta (aunque puedo asegurar que era casi una caricia que se hacía a él mismo). Para ese entonces el agua ya estaba o estaba por estar (en el último caso se entretenía dándome algún que otro beso). Cuando la pava le comunicaba que el agua ya estaba (la pava de la casa de L. era para mí indescifrable, nunca pude mantener un buen díalogo con ella, siempre el agua se me pasaba o la sacaba antes, claro que después vino la eléctrica y fue otra cosa), apagaba el fuego, tomaba -sí, juro que lo hacía- la manopla de cocinero, y llenaba el termo, nuevamente con una delicadeza que hacía que ni una gota de agua cayera afuera. Cerraba el termo, tomaba el mate lleno de yerba, lo inclinaba hacia adentro hasta que se formaba un huequito por donde tirar el agua, y entonces cebaba un chorrito nomás, abría el primer cajón (en la casa de L. los cajones se abrían muy rápido, con un pequeño impulso ya aparecía abierto de par en par), buscaba la bombilla -SU bombilla- y la clavaba en ese huequito de yerba húmeda. Entonces terminaba de cebar el primer mate. Lo probaba con mucha atención y siempre mirando para abajo. Ya en su cara uno podía percibir si estaba conforme o no con su creación. Dependiendo de esto último, movía un poco la bombilla, hacia adentro y hacia afuera, hacia arriba y hacia abajo, nunca supe muy bien para qué. Como si el mate fuera a secarse o algo así, instantáneamente cebaba el segundo, que también tomaba él mirando detenidamente la yerba. Recién entonces cebaba el tercero y, alzando la vista, me lo convidaba a mí. Y así terminaba el espectáculo que yo había estado observando con ojos abiertos y maravillada.

Pero de cuando L. preparaba mates también recuerdo sus críticas hacia mi forma de preparar mates. (Porque las cosas en la casa de L. eran de una forma, y en mi casa son de otra.) Que el mate no se enjuaga después de vaciarlo, que la Taragüí viene con mucho polvillo, que las bombillas rectas no funcionan bien, que los mates con boca angosta se lavan muy rápidamente, que los termos de plástico se rompen muy fácilmente, que no hay que mojar de una sola vez y para siempre toda la yerba, que que que... No lo culpo, L. era un aficionado. Pero ahora me encuentro tomando mi mate de boca angosta, cebando con un termo de plástico, chupando mi bombilla recta, y siendo feliz con eso.
L., tus mates eran muy ricos, pero ¿sabés qué? ¡Metételos en el orto!

domingo, 9 de enero de 2011

Perdoname

Suelo volver sobre lecturas pasadas. No me gusta conformarme con un "Eso ya lo leí", porque creo que si vuelvo a leerlo las palabras se renuevan y las resignifico. Y suele funcionarme.

Sin embargo, hay autores y textos que no dejan de parecerme sencillamente insufribles, por mucho que vuelva sobre esas lecturas, y a pesar de que pase el tiempo y pasen los años.

Perdoname, Jorge Luis, pero todavía no entiendo un pedo de lo que carajo sea que estés hablando.

Rayuela

No sé exactamente, hasta qué punto, con cuánta firmeza, qué tan voluntariamente, cuán cierto era eso que decías de que te habías enamorado de la Maga leyéndola. No sé qué significaba para vos, por qué te habías enamorado, qué veías en ella, en qué consistía tu amor. Pero el hecho es que cuando me conociste me dijiste: "Encontré a mi Maga", y constantemente hacíamos alusiones a esa comparación que de vos había nacido.

Lo que sí sé es que nosotros, todos los que hayamos devorado esa explosión de páginas escritas, no conocemos a la Maga como tal. Conocemos la construcción de esa muchacha que tiene un hombre enamorado de ella. Y quizás de eso te enamoraste, de sentir a una mujer de esa forma. Y quizás por ahí pasaba la comparación, por sentirte enamorado de mí.

Otra cosa que sé es que te fuiste. Como en el capítulo 20 te fuiste. Y como en el 21 me extrañás. Y como en el 35 me criticás. Y como en el 36 te planteás ir a buscar tu kibbutz, si es que tal cosa existe.

Pero de lo que más estoy segura, es de que todas las demás van a ser Talita para vos: no vas a poder amarlas sin estar amándome a mí. Del lado de acá, Del lado de allá, conmigo o sin mí, en cualquier vertiginosa Rayuela que cruces, me vas a estar amando.

"Tranqui, mi amor"

Puedo jurar que cuando L. me decía "Tranqui, mi amor", aquel acertijo maligno que el tribunal de las culpas, las sobreexigencias y las presiones me estaba retando a descifrar, se volvía a esa altura un juego de chicos.

Preguntas frecuentes

En estos días habré leído unos mil o mil quinientos poemas de amor, entre libros y blogs y otras cosas. Habré tomado el triple de mates que de costumbre, ya sea en compañía y más que nada en soledad. Habré fumado... uff, ni quiero pensar cuánto. Volví entusiasmada sobre el tango, con nostalgia probé la murga, y me mantuve también en el rocanrol. Viajé por Wikipedia, por Yahoo Respuestas, por Facebook, me convertí en una Blogger y hasta visité mi Perfil del MSN. Me reencontré con viejos amigos y también me intensifiqué con los de siempre. Probé con ir a la ginecóloga y a la peluquería por si acaso...

Pero no, no hay caso. Busqué por todos lados pero todavía nada ni nadie pudo responderme a mi falta de preguntas.

Paradoja

Tengo que recordar
cómo se hacía para olvidar.

Soy ex.

Si usted, señor/a lector/a, se encuentra ante una ex
que se jacta de cosas tales como "Mirá si te conoceré",
que recrimina cosas tales como "No cambiás más, eh",
que comenta cosas tales como "Conmigo era igual!",

usted, señor/a lector/a, se encuentra ante una ex
que no lo tiene en absoluto superado.

sábado, 8 de enero de 2011

Cómo se pianta la vida

Una vez fui a cenar con mi familia al McDonald's de la Avenida San Martín. Yo tendría unos seis años, no más. Desde entonces cuando "se me pegan" las canciones no puedo sacarlas de mi cabeza, y entre tanto cuando me distraigo sumergida en mis pensamientos, de pronto suelto la frase que retumba en mis oídos. Fue así que esa noche, largué un "CÓOOMO SE PIAAANTA LA VIIIIDAAA" (versión Troilo-Goyeneche), y mis papás se rieron tiernamente.

Quizás fue desde ese momento que el tango empezó a ser parte de mí. Lo que es seguro es que cada vez que escucho éste, evoco la anécdota.

lunes, 3 de enero de 2011

La identidad

Si me preguntan a mí y contestás vos, y te preguntan a vos y contesto yo, y te preguntan a mí y contesto vos, y vos me preguntás si yo te contesto, yo te preguntás y vos me contesto, si vos te contesto me pregunto y me contesto si te pregunto, te pregunto y te contesto, me preguntás y me contestás, te preguntan, me contestan, te pregunto, me contesto, me preguntás, te pregunto, pregunto...

perdí el hilo

perd / í / iste / imos