domingo, 20 de febrero de 2011

Yo te avisé

Era una noche de julio. Recién empezaba a salir con L. Veníamos de un encuentro de formación (sobre los nuevos movimientos sociales en Latinoamérica). Llegamos a su casa. Me prendí un pucho. Me senté en la cama. Empecé a hablar. Vomité todas mis dudas y mis angustias. Que vamos muy rápido, que tengo miedos, que recién nos conocemos, que me encantás pero esto está mal, que no se supone que debería ser así, que lo que rápido viene rápido se va, que somos muy pendejos, que tengo muchos miedos, que tengo muchas dudas, que aflojemos, que bajemos un cambio, que recién van tres semanas, que tengo miedo, tengo miedo de volver a enamorarme y cagarlo todo.

-¿Quién dice qué es lento y qué es rápido? -muy seguro respondió-. Vayamos aprendiendo en el camino, como dicen los zapatistas -y me mató.

Como si fuera poco, después de un beso agregó:

-Me encanta verte así.

-¿Así cómo?

-Así... Siempre te mostrás dura y fuerte, pero me encanta saber que en el fondo sos así, blandita.

Y justamente así, me enamoró un poco más. Un gran rosquero, un gran discutidor, un romanticón, un habilidoso para desviar la conversación. Y cómo la desvió. Se me fueron los miedos, las angustias, los planteos, las preocupaciones, todo se fue cuando en seguida nos empezamos a besar y a desnudar tiernamente. Muy atrás quedaron los mambos.

Tres semanas llevábamos de "estar saliendo"; yo anticipé la incipiente simbiosis (y él me convenció de que no). Un año y medio de relación; el pelotudo vuelve sobre este temita (y me deja). Loco, ¿dónde quedó el autonomista romanticón que me enamoraba citándome al EZLN? Se había ido. Era un hecho: había que terminar. ¡Pero que después que no diga que yo no le avisé!

No hay comentarios: