domingo, 20 de febrero de 2011

Salando las heridas

De vez en cuando, todavía evoco aquella tarde de julio, tan crucial para mi relación con L. La tarde en la que decidimos contarnos nuestras historias pasadas, el momento en que nos mostramos las heridas que nuestro corazón traía consigo, cuando hablamos de los otros para contarnos quiénes éramos nosotros. Capítulo por capítulo, desnudos en su cama. Por cada ilusión un mate, por cada angustia un cigarrillo, por cada dolor un beso. Qué duras esas etapas en las que la frase "No te quedó sueño por vengar y ya no esperás que te jueguen limpio nunca más", era la mayor verdad que podíamos escuchar; y cómo eso, al conocernos, había pasado a ser simple derrotismo.

Fue una tarde crucial, sin dudas. En muchos aspectos, pero ¿para qué?, prefiero recalcar el aspecto lindo. En palabras de la Maga (la verdadera, no esta simple admiradora que se reconoce en ella): "Yo creo que tengo que hacerlo aunque sea fatal (...) Vos me podías contar o no de tus amigas, pero yo tenía que decirte todo. Sabés, es la única manera de hacerlos irse antes de empezar a querer a otro hombre, la única manera de que pasen al otro lado de la puerta y nos dejen a los dos solos en esta pieza". Y así fue cómo, aquella tarde de julio, dejamos a nuestros "exs" del otro lado de la puerta, nos mostramos nuestros corazones rotos pero lo suficientemente maduros como para quedarnos solos en esa pieza. No lo dijimos explícitamente, pero cuando nos mirábamos, nuestros ojos le susurraban al otro: "No entiendo cómo no supieron quererte".

(Pintó TERRIBLEMENTE el bajón.)

La impuntualidad al palo

Soy una persona por de más impuntual. Lo sé, lo admito y lo sufro bastante. Pero poco a poco, voy comprobando que, más que de una cualidad propia, se trata de que el mundo no me permite despojarme de este karma. El mundo, los planetas, el cosmos, las leyes de la física, se alían para que yo sea impuntual, incluso en situaciones donde llegar tarde no es una posibilidad real.

El viernes, por ejemplo, superé severamente mi nivel de impuntualidad. Fue el día en que rendía mi examen de Inglés a las doce y media. También el día en que tenía reunión en mi casa a las seis y media. A eso de las dos de la tarde, ya había terminado de rendir (¡aprobada y todo!), y me estaba yendo a almorzar. Después, lo de siempre, pintó guetor, puerta del colegio, esperar a que salgan los demás, encontrarme con gente, etcéteras. Mi plan era arrancar del colegio con Seba tipo 6 o un cachito antes, como para llegar efectivamente, seis y media a mi casa. (Mis cumpas tampoco se caracterizan por la puntualidad y mi living estaba ordenado, así que nada me exigía tener que llegar mucho tiempo antes.) A las cinco y pico, me llama Santi para preguntarme la dirección exacta de mi casa, y me dice "que ya está yendo para allá". Sé que Santi vive cerca de casa, pero supuse que quizás estaba volviendo de algún otro lado y me llamaba desde el bondi; la cuestión es que no se me ocurrió decirle que yo todavía no estaba en casa, porque suponía que estaba en horario. A las seis lo llamo desesperada a Seba para saber dónde estaba, para que viniera rápido que nos teníamos que ir. Cuando uno se mueve en masas todo se atrasa un poquito, pero aún así a las seis y cuarto ya estábamos a punto de tomarnos el subte D. Vuelve a llamar Santi. "Eh estoy en la puerta de tu casa, ¿me bajás a abrir?", me sorprendió que llegara quince minutos antes de la reunión, y sólo alcancé a decirle  -con total impunidad- que todavía no estaba en mi casa, que estaba yendo para allá, que ya llegaba (en media hora, con suerte). Nos tomamos la D, nos bajamos en 9 de Julio, enfilamos para la combinación, hora pico, mucho calor, mucha humedad, mucha gente, mucho de todo eso que uno odia de la city, esperamos la B, tardó en venir, nos la tomamos. Ni bien arranca el subte, yo anuncio con mucha serenidad: "Nos lo tomamos para el otro lado". Seba me responde, indignadamente sorprendido: "¿Cómo es posible? Es el subte que te tomás todos los santos días hace cuatro años para ir al colegio, ¡¿cómo es posible que te hayas equivocado?!". Yo tampoco dejo de sorprenderme pero en efecto, la estación siguiente fue Florida y no Uruguay. Teniendo en cuenta que tenía a un compañero esperando en la puerta de mi casa, que estaba llegando tarde a la reunión que yo había citado en mi propia casa, y que cuando uno rebota en el subte tiene que sumarle quince minutos más a los veinte que ya hay de Pellegrini a Malabia, sentencié: "Estamos un toque al horno". Me quedé pensando en lo extraño que era que Santi ya estuviera ahí, en que me llamara en un tono recriminatorio, en... y fue ahí cuando lo recordé: la reunión no era seis y media, sino cinco y media. O sea que mientras yo estaba ahí, en la estación Alem del subte B, recagada de calor, y con un nivel de histeria importante, estaba llegando no quince minutos, sino una hora tarde a la reunión que -repito- yo había citado en mi propia casa. La historia termina sencillamente: llegué a la puerta de mi casa a las siete de la tarde, y una caravana de diez compañeros estaban esperándome en la puerta de mi casa, mientras llovía y hacía mucho calor. Sigo sin poder creerlo...

No tenía que presentar la defensa de una tesis de quinientas páginas, y esperar después la evaluación y el resultado de un jurado de universitarios verdugos: tenía que rendir Inglés con Pernbaum. No tuve que esperar una larga fila de cuarenta estudiantes para que me llamaran a rendir el oral: fui la primera en rendir. No tenía otras cosas que hacer, un día agitado y a las corridas: estuve cuatro horas pelotudeando en la puerta del colegio. No tenía que viajar dos horas hasta Don Bosco para ir a la reunión: era en mi propia casa. No tenía que tomarme varios transportes desconocidos: tan sólo el mismo subte que me tomo todos los días. No había sido una larga cadena de mails en la que no había quedado claro cuál era el horario de la reunión: estaba clarito en el evento de Facebook, y lo había propuesto yo.
¿Ven cómo me fui alrrecarajo el viernes llegando una hora y media tarde a mi reunión? Pero no es posible que tamaña pelotudez, haya sido intencional.

sábado, 19 de febrero de 2011

Determinaciones

No son celos, no. No es que me moleste que exista otra. No es que ya no sea para mí, y quizás sí para alguien más. No es que ya no le guste, porque a mí sí me gusto. No es que durante la fiesta lo haya pensado. No es que ella pueda ser linda y quizás más perfecta que yo. No es que haya cumplido su objetivo. No es que él no está como yo creía que estaba. No es que mi propio ego me haya engañado. No es el hecho de que le haya pasado lo que a mí. No es el hecho de que él la haya pegado más. No es el miedo a que se dé cuenta de que yo no soy lo que él creía, que puede haber otras, mejores, y que le hagan sentir lo que sentía conmigo. No es la certeza de que algún día, quizás cercano, él me recordará como un pasaje de su vida y nada más. No es que hoy me haya levantado deprimida y me haya puesto a escribir. No es que lo extrañe o lo desee o no pueda dejar de pensar en él. No es que me siga interesando ese hombre que hoy veo pasar tan lejano y misterioso, tan raro y desconocido.

Es sólo que ese hombre, solía ser mi hombre.

jueves, 17 de febrero de 2011

Remodelando

Descubrí que los blogs son más lindos cuando tienen el fondo claro (ténganlo en cuenta, you blogga!). Así que le di una linda remodelación a mi querida hijita primogénita.



Estas son las fotos del agitado día de laburo:

 (Sí, Adela también estaba. Quizás porque estos días estuvo muy presente en mi cabeza.)



(Sí, se cagaba de risa. Quizás porque uno siempre la recuerda así.)

Y éste es el resultado:


¡Enjoy it!

jueves, 10 de febrero de 2011

Amor de verano

Qué cosa curiosa son los amores de verano, ¿no?
Historias teñidas de playa y sol, de bikinis y calor. Pero fundamentalmente, historias que por definición son efímeras. No sé por qué, quizás porque lo dice la canción de Airbag. El punto es que desde que una conoce a la persona en cuestión, sabe que el (proto)amor se acabará tan pronto como esa tintura se vea avasallada por la de los cuadernos y calculadoras, las responsabilidades y rutinas. Los amores de verano son amores sin potencial, bah. Y no sé, no me parece justo. Debería estar prohibido o algo así, tener la posibilidad de conocer a alguien que te guste, si es que ese alguien vive a 400km de tu casa. Esa no debería ser una posibilidad y ya. Porque desde que supe ese dato (y desde antes también), tuve que necesariamente mentalizarme en que todo se resumiría a una buena cogida y nada más. Y así fue. Pero qué pasa si una vez de vuelta en Villa Crespo, a una le empiezan a surgir esas preguntas de ¿y si no viviéramos a 400 km...?, ¿y si te volviera a ver alguna vez...? Quizás de los quizaces, en ese caso, esa historia efímera podría haber sido algo más. Aunque pensándolo bien, a la distancia el daño más grande que puede hacerme este muchacho es el de no conectarse muy seguido... lástima que cuando se conecta no lo puedo invitar a tomar una birra, sí.
Qué lindo que era este pibe que vivía en esa ciudad cuyo nombre no recuerdo
y cuya ubicación en el mapa desconozco,
qué lindo.

lunes, 7 de febrero de 2011

¡Marche un Rescatinol para mí!

Mi vida es un quilombo. Me olvidé cómo se hacía para estudiar y no pueeeedo, no pueeeedo dejar la fiesta. Tengo serios problemas.

jueves, 3 de febrero de 2011

¡EL PATRÓN!

Evidentemente mi patrón masculino ha cambiado, porque de los pibes con los que estuve en Gesell, el que más me gustó era fucking rubio.